Autor: Juan Manuel Pinto
En medio de esta emergencia que todos y todas hemos padecido en nuestros hogares, estamos viendo cómo un manto de negación ha desaparecid. El cual, ha dejado en evidencia las profundas desigualdades que existen en la sociedad colombiana. El hambre, la falta de cobertura en el acceso a los servicios básicos, la crisis en la salud, la pobreza generalizada y la falta de oportunidades de millones de colombianos es el pan de cada día. Como si fuera poco y a medida que nos extendemos para mes y medio de confinamiento ininterrumpido, un nuevo reto se nos muestra de la manera más real y cruda que podamos ver. Como todas las problemáticas mencionadas estariormente. Está una situación especifica en nuestro contexto, que siempre ha estado ahí, solo que no se hacía tan evidente como lo es ahora.
Desde mi profesión docente, que combino con otras actividades, percibimos esta situación de primera mano. Acompañados por las familias y los estudiantes, es sin duda una problemática asumida por todo nuestro gremio y por los hogares colombianos en general. Enfrentándonos a esta situación en un sistema educativo que, en vez de luchar contra las desigualdades, las reproduce y acelera. Estamos hablando de la brecha digital y las precarias condiciones de mas del 60% de niños y niñas jóvenes y adolescentes en diferentes partes del país. Que presentan serias dificultades para asumir la educación virtual y los ambientes de aprendizaje a distancia.
Pensando en retrospectiva eso que llamamos “educación virtual”. Es un campo que se originó en la explosión de la era digital en la que estamos inmersos desde la creación y globalizacion del Internet a finales de la década de los 90s. Este irrumpió en el mundo educativo como una enriquecedora estrategia para complementar y construir nuevos ambientes y procesos de aprendizaje. Su implementación, a lo largo de estos años ha evolucionado en diferentes medios digitales, audiovisuales y didácticos. Que, sin duda alguna, han contribuido enormemente en los procesos educativos convirtiéndose en una herramienta fundamental para nuevos y antiguos docentes. Los cuales, todos los días trasforman sus practicas de enseñanza.
Bajo esta situación -apremiante para muchos y muchas- aparecen varias lecturas sobre la coyuntura, unas muy optimistas -como las que se vislumbran en diferentes artículos de opinión en El Espectador o en la Revista Semana-. Donde se ve una oportunidad invaluable para transformar los métodos pedagógicos y dar un salto a la nueva era de la conectividad digital. Analizando las condiciones objetivas de una importante pero minoritaria parte de la sociedad; y otras que muestran una realidad muy distinta. Con poco eco en columnas y grandes medios. Pero muy comunes en otros grupos a través de comentarios, informes y situaciones que miles de familias y docentes evidencian en su día a día.
Estas ultimas lecturas se centran en la situación que viven mas del 60% de las familias colombianas. Un panorama que nos presenta un país que está a años luz de desarrollar la transición a la denominada “conectividad”.
Sólo para dar un ejemplo, he escuchado de varias situaciones -en palabras de colegas y estudiantes- donde aparecen frases como: “Profe, nosotros no tenemos computador y menos Internet, solo tenemos celular pero no tiene mucha memoria”. “Profe, le envío el taller hasta ahora porque no teníamos dinero. Nos tocó empeñar cosas de la casa para poder comprar comida y poder hacer una recarga”. “Profe, mi mamá no volvió a trabajar y no hemos tenido los medios para ingresar a la clase. Ni para comprar los talleres o ver los vídeos”. “Profe, nosotros tenemos solo un computador y nos toca compartirlo con mis hermanos y mi papá para poder estudiar y trabajar. Por eso solo me puedo conectar de 2 a 4 de la tarde”, entre otras.
Éstas situaciones, y muchas otras, nos invitan a pensar que: Antes de ver un sistema educativo con plena conectividad en Colombia, como si fuera una realidad palpable en la actualidad, debemos de atender y solucionar como sociedad algunas tareas pendientes. Que se muestran como un reto más urgente y estructural que cualquier otro. Una de esas tareas es la lucha frontal contra el virus de la pobreza y la desigualdad; sólo así podremos disminuir la denominada brecha digital y atacar muchos otros males que tenemos como sociedad.
Hay propuestas muy interesantes en este punto.Como lo es la renta básica, el mínimo vital y el acceso a la red inalámbrica. Y, al espectro electromagnético de manera gratuita y universal, que contrastan enormemente con el silencio del ministerio de educación. Que ha dejado en manos de la improvisación y la interpretación por parte de las secretarías de educación las medidas para atender esta situación.
De nada sirve que la evolución tecnológica de la humanidad se concentre en un grupo cada vez mas reducido de personas. – Esto ultimo es una expresión del subdesarrollo y de la exclusión a la que ya estamos acostumbrados y que nos puso en esta precaria situación-.
Por lo tanto, para dejar de caer en la frase de cajón que dice “el proceso educativo de los estudiantes lo hacen los padres y los maestros”. Es necesario empezar por comprometer al Estado. En la proporción de las condiciones materiales que son indispensables para que las y los jóvenes desarrollen sus procesos educativos en condiciones dignas y óptimas.
Autor: Juan Manuel Pinto
El anterior texto es una OPINIÓN de su autor. No representa ni compromete la línea editorial del Diario de Cundinamarca.
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