En medio de un aislamiento preventivo obligatorio que suma ya 39 días y que se prolongará hasta el 11 de mayo, no podrá jamás pasar desapercibida una fecha como esta. Una fecha que es de gran valor para todos los trabajadores del mundo. La cual, hoy nos lleva a analizar el papel que cumplimos en el desarrollo y la construcción de un país. En medio de esta difícil situación son los trabajadores los que pagan la crisis; cancelaciones de contratos, despidos injustificados, vacaciones forzadas, reducción de salarios o precarización en sus condiciones laborales. Son sólo unos factores que afloran en época de coronavirus. Sin mencionar los grandes niveles de informalidad y las condiciones de precariedad que presentan hoy estas personas.
Sin lugar a duda el 1ro de mayo de 1886 fue un día que marcó la historia. Pasados ya 134 años, aún con demasiadas conquistas del sector sindical. Es innegable la necesidad de reivindicar nuestros derechos frente a una pandemia que nos ha golpeado fuertemente y que dejará las secuelas en el país. Pero, si bien el COVID-19 aparece, desestabiliza y trae consigo algunas consecuencias, no es el gran responsable de todas las problemáticas que evidenciamos hoy. El virus desenmascara un modelo desigual que ha imperado en el mundo hace décadas. Y, que en Colombia agudiza su acción violenta en contra de los trabajadores a partir de 1991, con la famosa apertura económica. A punta de engaños prometió el desarrollado un país, hoy un país al servicio del capital financiero y las orientaciones dadas por organizaciones internacionales.
Es falso afirmar que el COVID-19 es el culpable hoy de los grandes niveles de desempleo de nuestro país. Es aún más falso cuando se atribuye la informalidad de Colombia a las decisiones propias de las personas y se asume que “la gente es pobre porque quiere”. La realidad es que la informalidad en Colombia obedece a la falta de oportunidades, como consecuencia de la desindustrialización y la quiebra del agro; un aparato productivo débil y raquítico, sin financiación y cada vez más recostado al desangramiento del pueblo, un aparato productivo servil a intereses poco nacionales.
Nos llamaron “locos” al no ser partícipes de tal traición al país cuando marché junto a mis padres, aún siendo un niño de tan sólo 10 años. En contra de la firma de los tratados de libre comercio TLC que ante las condiciones comerciales desiguales pondrían a Colombia al servicio de los intereses extranjeros.
Nos inundaron de alimentos y mercancías que nosotros ya producíamos, nuestra industria dejó de vender, quebraron empresas, el campo ya no era rentable, la pérdida de empleos disparó la informalidad laboral.
Para el pasado mes de febrero la tasa de desempleo en Colombia se posicionó en el 12.2% según la Revista Semana, cifras altas y que son aún más alarmantes cuando según la Organización Internacional del Trabajo OIT, el 60% de los trabajadores del mundo se encuentran en la informalidad; una realidad que también se ve reflejada en Colombia, y en Soacha particularmente.
Estamos en un municipio que, con más de un millón de habitantes, no logra mitigar el impacto de su crecimiento demográfico, no hay industria que le brinde oportunidades laborales a los cientos de miles de habitantes. Las cifras son claras, la tasa de ocupación que es tan sólo del 53%, la tasa de informalidad del 51%, y el desempleo es del 13% (cifras tomadas del borrador del plan municipal de desarrollo 2020-2024).
De ahí que el grueso de la población se vea abocada a la informalidad frente a la falta de oportunidades laborales en el municipio; madres cabeza de familia, adultos mayores, personas con discapacidad en las calles; pero el desempleo va más allá y toca todos los sectores de la sociedad, en la informalidad también está el joven que no pudo continuar sus estudios, el profesional; todos con un común denominador, garantizar el sustento para ellos y sus familias. Hoy todas estas personas en sus casas, confinadas en medio de 4 paredes, muchos sin alimentos, con preocupaciones y llenos de deudas; en una posición bastante complicada pues tienen el virus de un lado y el hambre del otro.
Mientras todos los colombianos padecen condiciones precarias y esperan soluciones reales por parte del gobierno, lo que se observa es que este privilegia la sed de ganancia de los banqueros. Aún por encima de las necesidades de los colombianos. Ejemplo de ello es que según denuncias hechas por el senador de la república Jorge Enrique Robledo.Pues, se desvió medio billón de pesos de los recursos públicos para subsidiar el capital financiero, (los bancos) y con esto al hombre más rico del país.
Si en el ámbito nacional hay críticas, a nivel municipal el panorama tampoco es el mejor. En nuestro municipio encontramos denuncias de la ciudadanía por sobrecostos en las compras de mercados; sólo en la contraloría a nivel nacional hay registro de 17.486 casos de dudoso destino por valor de 2 billones de pesos. Adicional a ello, las ayudas no han llegado a la totalidad de la población vulnerable. Dicha situación ha conllevado a que las personas salgan de sus casas a gritar al país que no aguantan más padecimientos en medio de la pandemia.
Todo lo anterior nos arroja como conclusión que las medidas de confinamiento no son el problema. El problema real es que Iván Duque ha priorizado el bolsillo del capital financiero por encima de las necesidades de los colombianos. Asimismo, que las estrategias de entregas de ayudas no están acompañadas de un análisis real de las condiciones de vida de las personas. Pues no están llegando a la totalidad de la población vulnerable y que existe corrupción imperante.
De carácter prioritario es que se analicen dichas problemáticas para establecer soluciones antes de que la situación empeore, esto es lo inmediato. Sin embargo, salta a la vista una segunda conclusión y es que la situación actual golpea más duro a nuestra nación. Debido al modelo económico establecido. En un país desigual, con un sistema de salud destruido, una tasa alta de desempleo e informalidad por las nubes, el virus es indudablemente más letal. Colombia no podrá avanzar hacia el desarrollo y soportar futuros retos de una mejor forma. Hasta tanto no cambie su modelo económico y recupere su soberanía.
134 años después, de nuevo estamos sometidos a la precarización de nuestras condiciones laborales y de vida. Por eso,el primero de mayo es el mejor día para hacer valer nuestros derechos y reivindicar aquellos que nos han sido arrebatados de las manos. Para poder ser una Colombia justa y soberana, el camino está en la organización y en la lucha por las justas reclamaciones del pueblo.
“En un país desigual, el virus es más letal”. Exijamos al Gobierno Nacional y Departamental #SaludYAlimentosParaLaGente.
Autor: Sebastian Salazar
El presente artículo representa las posiciones personales del autor. No compromete de ninguna manera la línea editorial ni el pensamiento de Diario de Cundinamarca.
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